Una fuerte cojera dificultó la infancia de Miguel, quien al ser rechazado por sus compañeros aprendió a comprar afecto y respeto. A los 50 años es un exitoso hombre de negocios y junto a César, su amigo de infancia, disfruta de comprar conciencias de diputados, ministros, jueces y fiscales para facilitar la intervención de transnacionales en los proyectos del Estado. Durante el controversial trato de la privatización del agua en comunidades indígenas, Miguel descubre que tiene cáncer. Mientras soporta la quimioterapia cuestiona la vida, la voluntad divina y la imposibilidad de negociar con la muerte, pero se reafirma cada vez más en el deleite del poder.